Luego de la sentencia confirmada por la justicia sueca contra los cuatro integrantes de The Pirate Bay, llegan, como era previsible, las primeras señales de una nueva y represora actitud de las instituciones hacia los “crímenes” virtuales.
Un caso que sin duda calentará las discusiones es el del estadounidense Joel Tennenbaum, un estudiante de 25 años condenado, por un jurado de Boston, a indemnizar con 675,000 dólares, a cuatro sellos de la industria discográfica, quienes lo demandaron por descargar y compartir música ilegalmente.
El pobre Joel, junto con 40,000 sus connacionales, fue atrapado por los inquisidores de la RIAA (Recording industry association of America) hace 5 años: su crimen imperdonable, haber bajado y compartido -a través de Kazaa, el famoso sitio peer-to-peer – el terrorífico numero de 30 canciones.
El jurado, alegando que “los usuarios como Tennenbaum le quitan recursos significativos a la industria discográfica, a los cantantes, a los ingenieros de sonidos y todos aquellos que viven de la música”, pudiendo decretar una indemnización de entre 750 y 30,000 dólares por canción, no se ha ido con mano ligera sobre el joven estudiante: 22,500 dólares por pieza descargada, sumando un total de 675,000, cifra que por supuesto el desventurado Joel no posee, y advierte, que en caso de que la juez Nancy Gertner ratificara el veredicto, declararía la bancarrota absoluta ya que resulta un pago inviable para sus finanzas.
Esta se trata de una victoria importante para la RIIA y los sellos discográficos involucrados, que marca el adviento de una nueva y conservadora era en el mundo del filesharing: el caso es apenas el segundo en el país, imputado a un individuo, que va a juicio. El único antecedente es del 2 de julio pasado, cuando Jammie Thomas Rasset, de 32 años, fue condenada en apelación al pago de 1.92 millones de dólares por el download de 24 rolas.
Ojalá se salven los “no-informatizados” abuelos y abuelas del mundo entero, por lo menos ellos. Si el escenario no cambia, todos los demás tendremos que prepararnos a declarar una inevitable bancarrota; y a sumarnos a las filas de un ejercito de homeless de la justicia informática, que llenará las calles de todos los países del mundo. Una verdadero apocalipsis económico-social, un sueño anarquista de libertad, que dejara solo un pálido recuerdo de la sociedad semi libre en la que vivimos. El comité revolucionario agradece de antemano los compañeros del RIIA por el esfuerzo profuso en la lucha por un mundo sin clases.
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